El solista de viola de gamba, director de orquesta y musicólogo catalán, especializado en música antigua Jordi Savall vuelve al escenario del Teatro Arriaga, junto con el músico y compositor Pedro Estevan.

La selección del programa, que incluye piezas de música culta de la tradición europea y oriental, nos permite un recorrido a través de las influencias mutuas que hacen de la música un marco de diálogo y unión a lo largo del Mediterráneo.

El escritor Amin Maalouf, de padre libanés y madre francesa, nacido en Beirut, criado en El Cairo y residente en París, miembro de la Academia Francesa y Premio Príncipe de Asturias de las Letras ha dicho: “Escuchar estas músicas de Oriente y Occidente reunidas con sutileza por Jordi Savall no es una experiencia común. Porque a la emoción estética se añade un sentimiento más intenso aún, el de comulgar, como por ensalmo, con una humanidad reconciliada.

“…hay que ir, mucho más allá de un diálogo de las culturas y las creencias, hacia un diálogo de las almas. Tal es, en este inicio del siglo XXI, la misión insustituible del arte. Y es precisamente esto lo que sentimos ante la audición de estas espléndidas melodías procedentes de épocas y tierras diversas”.

 

UN DIALOGO DE ALMAS

Escuchar estas músicas de Oriente y Occidente reunidas con sutileza por Jordi Savall no es una experiencia común. Porque a la emoción estética se añade un sentimiento más intenso aún, el de comulgar, como por ensalmo, con una humanidad reconciliada.

¿Acaso no perdió ésta una parte de su alma en la segunda mitad del siglo XV, con la muerte simultánea de Sefarad y Al Ándalus, cuarenta años después de la caída de Bizancio? Se destruyeron entre Oriente y Occidente unas pasarelas mentales y espirituales que desde entonces no han vuelto a repararse. El Mediterráneo dejó de ser un mar nutricio situado en el centro de nuestro universo cultural, para convertirse únicamente en un campo de batalla y una barrera.

Hoy nuestro mar común es un lugar donde se alza el Muro invisible que divide el planeta entre el norte asustado y el sur desesperado; y entre comunidades planetarias que se han acostumbrado a desconfiar del Otro, y a desmarcarse de él. El mundo árabe y el mundo judío parecen haber olvidado su fecunda cercanía de antaño; el Oriente musulmán y el Occidente de tradición cristiana parecen encerrados en un enfrentamiento sin salida.

Para volver a ofrecer algunas muestras de esperanza a nuestra humanidad desorientada hay que ir mucho más allá de un diálogo de las culturas y las creencias, hacia un diálogo de las almas. Tal es, en este inicio del siglo XXI, la misión insustituible del arte. Y es precisamente esto lo que sentimos ante la audición de estas espléndidas melodías procedentes de épocas y tierras diversas. De pronto descubrimos, o redescubrimos, que unas civilizaciones que nos parecían remotas, o incluso enemigas, muestran una cercanía sorprendente, una complicidad sorprendente.

En el curso de este viaje en el tiempo y el espacio nos preguntamos a cada instante si no serán, en el fondo, falaces los conflictos a los que estamos acostumbrados y si la verdad de los hombres y las culturas no reside más bien en ese diálogo de los instrumentos, los acordes, las cadencias, los gestos y los alientos. Nos embarga entonces una sensación de alegría profunda, nacida de un acto de fe: la diversidad no es necesariamente preludio de la adversidad; nuestras culturas no están rodeadas por separaciones estancas; nuestro mundo no está condenado a desgarramientos sin fin; aún cabe la salvación…

¿Y no es ésta, desde el principio de la aventura humana, la razón primera del arte?

AMIN MAALOUF
Traducción: Juan Gabriel López Guix

ORIENTE – OCCIDENTE

Los primeros instrumentos de arco nos llegan del lejano Oriente. Desconocidos en la Antigüedad e incluso a comienzos de la Edad Media, una de las hipótesis más probables es la que supone que la técnica del arco se desarrolló poco a poco en Europa a partir de las influencias de músicos procedentes de países árabo-islámicos. Recordemos el elevado nivel de las culturas árabe y bizantina del siglo X, así como la importancia de los intercambios culturales, ligados con frecuencia a los propios conflictos entre Oriente y Occidente. No debe extrañarnos, pues, que las primeras representaciones de instrumentos pulsados y con arco aparezcan en el ámbito europeo a partir del siglo X en los manuscritos mozárabes de origen hispánico del Beato de Liébana (c. 920-930) y en diferentes manuscritos catalanes como la Biblia de Santa María de Ripoll. En el siglo XIV se representaban ya en todas partes, como describe Juan Ruiz, el arcipreste de Hita en su famoso Libro de buen amor (c. 1330).

El mundo occidental, con la excusa de un progreso incierto, no ha sabido ni podido conservar gran cosa de su patrimonio organológico (instrumental) antiguo, aunque sí ha sabido preservar de las obras más significativas de su patrimonio musical escrito gracias a la invención de la notación musical. En cambio, las culturas orientales se han mantenido aferradas a una transmisión oral extraordinariamente estable y siempre fiel (hasta finales del siglo XVIII) a la utilización de una gran parte de instrumentos de origen antiquísimo, como el laúd, la lira, el salterio/santur, el saz o la guitarra morisca, las flautas y el rabé, pero apenas han conservado testimonio escrito de su música. Una excepción importante es el manuscrito Kitâbu ilmi’l- musikî alâ vechi’l-hurûfât (El libro de la ciencia de la música con notaciones), que fue compilado por el príncipe músico de origen moldavo Dimitri Cantemir (1673-1723) y que contiene 365 composiciones instrumentales y vocales –algunas originales, otras más antiguas y recuperadas de la tradición popular turca– escritas en su sistema de notación personal.

Cabe recordar que hasta la invención de la polifonía y la armonía, en la Península Ibérica compartimos especialmente un lenguaje musical próximo –propio de la escritura monódica–, como consecuencia de más de siete siglos de coexistencia de las tres culturas fundamentales del mundo mediterráneo: la judía, la musulmana y la cristiana. Este contacto y este contagio explican cierta capacidad de intercambio y tráfico intercultural, por desgracia no siempre voluntario y progresivamente disminuido por las tendencias excluyentes de una sociedad cada vez más intransigente y que culminan en 1492 y 1502 con la expulsión de los judíos y los moriscos no convertidos.

Esta propuesta huye de toda veleidad crossover ya que se fundamenta en la búsqueda de los estilos correspondientes a cada época y a cada espacio cultural, e intenta restablecer un diálogo respetuoso con la identidad musical de estos espacios y cada cultura. El reconocimiento de toda cultura con independencia de su importancia o prestigio es una parte esencial de ese mismo diálogo cultural y también por esta razón nos parece hoy más importante que nunca creer que, con el lenguaje de la música, este intercambio de ideas y emociones, con músicas y músicos de orígenes y culturas tan diferentes, es posible y necesario. Como los juglares y los músicos de todos los tiempos, creemos profundamente que, a pesar de nuestras diferencias religiosas y culturales, con la música “se pueden mover nuestros ánimos hacia la audacia y la fortaleza, hacia la generosidad y la nobleza, cosas todas ellas que hacen un buen gobierno”.

JORDI SAVALL (Bellaterra, primavera de 2006)
Traducción: Juan Gabriel López Guix


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Jordi Savall y Pedro Estevan

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